domingo, 15 de junio de 2014



Soy la versión pobre de mí, la peor versión. No puedo encontrar luz cuando las ventanas están cerradas y selladas. A veces espero que alguien las abra de afuera, pero lo lógico sería que yo las abra por dentro. Me siento como un objeto lleno de polvo, olvidado en un rincón de una estantería, donde la luz y las miradas a duras penas llegan. ¿Por qué sentirme desorientada, desgarrada por dentro? No quiero desangrarme del todo, sin que valga la pena. Tengo tanto para dar, pero nadie está lo suficientemente cerca. Conozco tanta gente, y al mismo tiempo creo que nadie me conoce. Puede ser desesperanzador conocer sin Conocer. Sin embargo, a veces tengo ligeros ataques de felicidad, que valen por toda la semana. Y muchas veces siento amor por pequeñas cosas, cotidianas, propias y ajenas, cuando noto la calidez con que la vida deja huellas. Que es el aroma de la vida, que se palpa y se respira. Parece básico todo esto, pero si no detectamos la belleza en pequeños actos, en los detalles, es difícil esperar solo los grandes acontecimientos. ¿Es loco lo que digo? ¿Es raro sentirme aislada cuando en realidad soy una más? El amor está ahí afuera esperándonos, y ronda todo el tiempo, gira porque no tiene otra que hacer y nos marea y será por eso que no logramos encontrarlo (ni encontrarnos). Todos somos un poco la peor versión de nosotros. Quiero pensar que las personas tienen más para dar, no me gusta decepcionarme tanto de ellas. Uno tiende a recorrer las calles con cierta indiferencia, a menudo con miedo, pareciera que solo tenemos ojos para lo negativo, la violencia que se genera en ellas. Pero nunca pensamos en lo demás, que hay algo más que palpita en cada rincón de la ciudad (hablo de ciudad porque es donde vivo). En que las personas están hechas de amor, y son ellas la que recorren las calles también, las que pasan a tu lado, las que te cruzan. Que son como vos, que nadie está carente de sensaciones. Que van con un sueño en la cabeza, que sus pasos son guiados por sus pasiones, que van enceguecidos por el amor. ¿Por qué caminar sobre asfalto si podemos hacerlo sobre nubes? Sería lindo poder hacer contacto visual con extraños, sin sentirse avergonzado o raro, detectar si llevan ese brillo particular en sus ojos, compartirlo, sin necesidad de intercambiar palabras. Lo que importan son los sentimientos, y no tanto sus nombres. Saber si su día está hecho de magia, o compartir la nuestra. Porque todos llevamos un poco de ella en los bolsillos pero no siempre queremos sacar las manos de ahí.

Tengo pequeños y ligeros ataques de felicidad, y tranquilidad. Éste puede ser uno. Saber que papá y mamá descansan en su casa, que mi gata duerme sobre mis piernas, que la música que escucho refleja mis pensamientos, mis deseos, que escribo ahora porque tengo ganas, porque tengo algo que decir, porque rebalso de sueños y no me soporto.

Me muero de amor, y no es por nadie específico. No tiene por qué serlo. 

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