domingo, 1 de diciembre de 2013


Hoy es mi última noche escribiendo desde este departamento. La Ivana que escribe hoy dista mucho de ser la Ivana que se mudó acá junto a su pareja hace ya exactos dos años. En frente de este departamento, hay una plaza. Hace algunos años más, cuando empecé la facultad, conocí una chica con la que cursimente nos enamoramos. A la salida de cada cursada, solíamos pasar mucho tiempo juntas, y especialmente en esta plaza. No importaba el frío que corría aquel año (hizo demasiado frío), en aquel lugar encontrábamos alguna excusa para seguir algunas horas más una al lado de la otra, nos íbamos descubriendo mutuamente, algo ahí estaba germinando. Nunca pensé que luego de transcurrido un tiempo, íbamos a vivir justo en frente de esa plaza. Pero las casualidades de la vida, nos llevó a mudarnos acá. Con sueños, con amor, fuimos erigiendo un entrañable hogar que constituyó nuestro nido de amor. Instantáneamente dos integrantes más, dos gatos, se unieron a la familia. Lo que cosechó más unión, una luminosa alegría que nos envolvía cada día.
Lamentablemente, después de un tiempo, la magia se fue perdiendo. Fuimos labrando un destino que nos llevó por caminos separados. No supimos tomar las decisiones más acertadas. Lo que nos costó crear, lo supimos matar.
Yo seguí viviendo sola, en esta misma casa. Sentí morir mil veces en este lugar por su ausencia. Pero también maduré (algo), aprendí a seguir, a crecer, a valorar personas y cosas que tal vez antes no valoraba bien, a aceptar las cosas como son; sin embargo a veces tengo la convicción que no aprendí a vivir sin ella.
Después de que ella se fue, cada vez que salía a la calle, miraba la plaza y buscaba el motivo para cruzar por el medio, aun cuando a veces tenía que ir para el otro lado. Así la recuerdo a ella, en ese instante, en el máximo apogeo de nuestra relación; cuando en aquel invierno, genuinamente en nosotras emergía algo que se llamaba Amor.
Ahora finalmente se termina esta etapa. Entonces creo que ya no hay nada que me una a ella.
Ella representa más que una experiencia, es la viva imagen del gran amor ya extinto, es la fuerza de la vida, es la intensidad con la que se viven las cosas, con la que se avanza a cada paso, es una sonrisa en el tiempo.
Voy a extrañar ver esa plaza cada día.




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