Me gustaba cómo hacías cosquillas en mi alma. Te estoy dejando ir así como se aleja el tren. Si alguna vez me pedís que frene el tren, lo freno y me subo con vos. Dejame huir con vos.
Me alejo un poco de mi ciudad porque mis pesadillas me están
asediando, necesito una bocanada de aire de otro lugar. El motor del tren echa
a andar. Me gustaría también saber cuál es el motor interno de estos viajeros,
qué es lo que los impulsa a viajar. Por
algunas escasas horas, estaremos compartiendo un pedacito de nuestras vidas,
sin conocernos, y conociéndonos. Estoy yendo en clase turista, donde la mayoría
de los pasajeros son personas humildes, mochileros, hippies. Todos llevan
sueños pintados en los rostros. Había subestimado el tren y pensé que no iba a
viajar del todo bien, pero descubrí que estuvo por encima de mis expectativas,
y que es por de más, sencillo y bonito. Pero también, lo tenía en mi lista de
cuentas pendientes y lo quería cumplir. Por la forma en que la luz solar
proyecta dentro del tren, calculo que son las 11 am aproximadamente. Las
paredes internas y los asientos son color chocolate, lo que, junto al sol, pareciera
que el cuadro entero tiene un leve tono sepia. Estoy sentada ubicada junto al
pasillo, cómodamente escuchando música. Me roza el ir y venir de la gente por
el pasillo, generalmente con el termo bajo el brazo. Soy yo de las pocas raras
que no toman mate. Cientos de minúsculos panaderos bailan vivamente alrededor.
Creo que nadie repara en ellos, pero yo los veo, filtrándose por no sé dónde y
ofreciéndome un espectáculo armonioso. Miro a mi amiga que duerme a mi lado
recostada contra la ventana y veo otra multitud de mini-panaderos impregnados
en su pelo. Un montón de recuerdos lindos emergen de mi cabeza. Soy tan dichosa
de darme cuenta que este es un momento tan bonito y especial, que comparto
conmigo mismo. Todo puede ser tan natural para algunos, que me gusta que sea
especial para mí. Estoy tan tranquila y despreocupada que por momentos me
siento arrullada por la suave melodía que emanan mis auriculares y por el
murmullo de la alegría colectiva. Mil sensaciones repiqueteando en mi interior.
Todo es un conjunto de sensaciones, se siente el aire vibrante. Atrás mío viaja
una chica muy bonita que para mí es casi imposible de mirarla, dada mi
ubicación. Por las pocas veces que me levanto la veo echadita en su asiento y
mi mirada se encuentra con la de ella y yo sigo de largo para el vagón de atrás.
Unos segundos me bastan. No la voy a volver a ver, pero siempre será la chica
que viajaba detrás de mí en un tren a Rosario.